Errático.
Ver un pájaro desarmarse,
hacerse uno
con el aire.
Y ver este cuerpo caer,
rodar hacia el piso.
Sin volverse átomos o polvo,
sino carne lastimada,
moreteada por la caída.
Tomar unas plumas e intentar volar,
pero sólo ver cómo se van,
balanceándose como luciérnagas de otoño.
Mientras estos brazos pesados,
estos pulmones lentos,
y este miedo humano de caer en el barro, saltan toscamente.
Encerrados entre ventanas y armarios de una habitación,
rodeada de palomas
y de cuervos.
Hay un sol democrático,
que nos vuelve a proteger
a todas las criaturas de esta tierra…
incluyendo a este cuerpo errático,
que no es a prueba de agua,
ni de lodo,
Que mira el horizonte
y practica ese “vuelo”,
con pies falibles,
con respiros intermitentes.
Intenta romper esa pared.
superar el concreto.
Ser liviano.
Convertir sus riñones en plumas,
Sus piernas en pétalos,
Su lengua en algodón.
Quiere vivir de ese lado de la tierra
donde nadie espera que los gusanos sean mariposas.
Donde se puede reposar en un nido,
a la altura de las nubes:
Y se puede fallar, una y otra vez,
Siendo
sólo
un
animal.